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miércoles, 11 de enero de 2012

Un discurso cargado de amenazas

Texto original: Al-Quds al-Arabi

Autor: Abd al-Bari Atwan

Fecha: 11/01/2012



Ayer el presidente sirio rompió una tradición establecida durante las revueltas árabes al pronunciar su cuarto discurso, que duró casi dos horas sin ninguna novedad, aunque algunos piensen que el haber añadido, como prioridad, la lucha contra el terrorismo al enfrentamiento con la conspiración exterior, es una hoja de ruta que llevará al aumento de los actos de violencia y las matanzas en las próximas semanas y meses. El presidente Bashar al-Asad quiso mandar un mensaje claro a los sirios y al mundo entero: que la restauración de la seguridad y la lucha contra el “terrorismo” están por encima de todo, así que no habrá reformas reales ni reconciliación nacional hasta que esos objetivos se cumplan.

El levantamiento sirio, que exige un cambio democrático, está a punto de completar su décimo mes y el desarrollo de los acontecimientos sobre el terreno indica que el país se dirige hacia una guerra civil sectaria, lo que significa que la lucha del régimen para acabar con el terrorismo y la conspiración exterior puede durar meses, o incluso años, si tenemos en cuenta que el índice de actos de violencia y enfrentamientos cruentos sigue in crescendo.

Su cuarto discurso ha sido distinto del primero y el segundo, en los que habló de reformas, el levantamiento del estado de emergencia, la total libertad de prensa y la pluralidad política, mientras que en este ha disparado contra todos sin excepción: contra la Liga Árabe, contra los estados del Golfo y sus medios engañosos, además de dudar de la pertenencia a la arabidad de casi todos, sin dejar títere con cabeza.

¿Atacar con esa fuerza es indicio de fuerza o de debilidad? Hay quien dice que el presidente vive aislado en medio de una acuciante crisis económica que cada vez es más grave debido al embargo impuesto por EEUU y Europa y algunos estados árabes, y que se ha hecho más profunda debido a que el fuerte aliado iraní, que podría constituir una alternativa a los árabes, está pasando por una situación económica difícil debido a las sanciones estadounidenses. De hecho, su situación puede empeorar si los estados de la UE imponen la prohibición de importar petróleo iraní.

En contrapartida, otros creen que el discurso del presidente Al-Asad reflejaba una cierta autoconfianza y sugería que su régimen ya había superado varias etapas de crisis, y que los apoyos ruso y chino le habían fortalecido, primero el chino y después el ruso con la llegada de los portaaviones y barcos rusos al puerto de Tartus para reforzarlo. Otros factores que han llevado a dicho fortalecimiento serían el fracaso de los proyectos de internacionalización con los que había amenazado la Liga Árabe y las graves divisiones en el seno de la oposición, sobre todo en la exterior.

Nadie discute que el presidente sirio se mostrara más entero y confiado si se le compara con los anteriores discursos, que pusieron de manifiesto una preocupación que fue incapaz de ocultar. Sin embargo, seguir apoyándose en sangrientas campañas militares y de seguridad, sin llevar a cabo paralelamente una política activa para buscar una salida, ni una diplomacia astuta para lograr el apoyo de algunos árabes indecisos y neutralizar o reducir a los más extremistas, pueden hacer que esta confianza desaparezca porque la conspiración internacional de la que habla el presidente Al-Asad es inmensa y los conspiradores implicados en ella son muchos y tienen mucho dinero.

Si el régimen se siente fuerte y capaz de resistir estos días debido a algunos logros en el ámbito de la seguridad resultado de su dura actuación, es el momento idóneo para hacer algunas concesiones ante su pueblo, siempre desde esa posición de fortaleza y no desde la debilidad, además de ponerse en serio a buscar soluciones políticas para salir de la crisis.



El presidente sirio reconoce que la oposición rechaza en su mayoría sentarse con él a dialogar y participar en un gobierno de unidad nacional, pero no ha explicado el porqué de esa postura. La respuesta es sencilla: la total desconfianza en la seriedad del diálogo y en el compromiso del régimen sirio de aplicar las medidas prácticas que se acordasen. Está claro que este rechazo irá en aumento después de que haya amenazado con aplastar el levantamiento, porque eso implica una cierta deficiencia en la inmunidad de su sistema de seguridad y crea el ambiente propicio para la infiltración de terroristas y, en consecuencia, la ampliación de sus campañas.

Además, ¿cómo es posible que la oposición se siente a dialogar con un régimen que la tacha de traidora y habla de su relación con fuerzas exteriores enemigas y de participar en la consecución de sus planes? ¿Cómo puede decir el presidente sirio que está dispuesto a dialogar incluso con los implicados en los enfrentamientos de Hama de 1982, es decir, los Hermanos Musulmanes, y después calificarlos en su último discurso como los Hermanos Endiablados?

El régimen sirio necesita pararse a reflexionar y repasar su discurso, y después también su política interior y exterior porque la docilidad en el trato con los observadores árabes y su protocolo, además de las dudas de la Liga y del comité de seguimiento, le han dado un margen para recuperar la respiración. Sin embargo, esta docilidad no ha durado mucho y hemos podido ver cómo algunos de esos observadores eran atacados de forma salvaje por grupos que se cree que dependen del régimen, lo que ha provocado la pérdida de los logros diplomáticos que esa docilidad había conseguido.

Estamos de acuerdo con el presidente Al-Asad en que los árabes no se han puesto del lado de Siria en los últimos diez años, y que incluso algunos de ellos han conspirado contra ella, pero se pusieron de su parte durante los treinta años anteriores, porque ¿qué reformas políticas y económicas llevó a cabo el régimen sirio durante ese tiempo, cuando las cosas estaban relativamente estables y el triángulo Egipto-Siria-Arabia Saudí conformaba una alianza regional que imperaba en la zona?

Queremos recordar que la toma del poder por parte del Partido Justicia y Desarrollo (AKP) en Turquía ha hecho de ese país la décimo-séptima potencia económica del mundo en diez años. Por su parte, el ex presidente Lula Da Silva convirtió Brasil en la cuarta potencia económica en el mismo período de tiempo sin tener ningún título universitario y siendo miembro de una pequeña familia que no tenía ni nevera ni televisión.

Exigimos a la oposición siria exterior, o más bien a algunas partes en concreto, que sean un poco más modestas, pues los ataques de algunos contra la Liga Árabe y sus amenazas con la espada de la internacionalización como si las campañas aéreas estadounidenses estuvieran dispuestas a dirigirse a las costas de Latakia, Tartus y Baniyas con un simple silbido suyo, es decir, de la oposición, no sirven a su estrategia y ni acercan la consecución de sus objetivos.

El presidente Recep Tayyep Erdogan fue muy incisivo cuando aseguró que Siria se precipitaba hacia una nefasta guerra civil sectaria que haría explotar a toda la zona. Es tremendamente triste que haya países árabes y extranjeros que avivan esa guerra con dinero y armas, como también es muy triste que el régimen sirio facilite dicha misión con su insistencia en seguir el camino en solitario apoyándose en las soluciones militares exclusivamente, atacando a todos, dudando de la arabidad de la mayoría de los árabes, y continuando con el ingente derramamiento de sangre.

La salida de la crisis siria es una solución política, porque la alternativa es catastrófica tanto para el régimen como para la oposición, pero también para el pueblo sirio que, a fin de cuentas, será la víctima que más sufra.

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