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sábado, 2 de junio de 2012

Lectura de la huelga de los comerciantes de Damasco


Texto original: Al-Hayat

Autor. Omar Qaddur*

Fecha: 01/06/2012

Zoco que rodea la mezquita de los Omeyas,
en pleno centro histórico de Damasco

Un mes antes del estallido oficial de la revolución siria, el 17 de febrero de 2011, se produjo una manifestación espontánea en el corazón de Damasco, en la zona comercial de Al-Hariqa tras ser agredido un joven comerciante por los agentes de la policía de tráfico. Aquel día, los manifestantes gritaron un lema que pasó a ser recurrente en lo venidero: “Al pueblo sirio no se le humilla”.

A modo de recordatorio: el Ministro del Interior en aquel entonces se apresuró hacia la zona de Al-Hariqa para contener el enfado de los comerciantes y prometer que los agentes agresores serían sancionados. Los miembros de la policía recibieron instrucciones de ser muy condescendientes con los distintos tipos de multas en un mensaje a los ciudadanos que decía: “Haced lo que queráis pero no os manifestéis”. Está claro que el régimen desde ese día intentó crear un pacto corrupto con el sector más amplio posible del “público”, que suponía dejar de aplicar sus responsabilidades en la aplicación de las leyes generales y, por tanto, dar rienda suelta a la corrupción, los comerciantes y las crisis a cambio de mantener con fuerza su dominio securitario y la represión de las libertades políticas. En resumen, el régimen no se salió de lo habitual comprando protecciones mientras el pago se hiciera por medio de los componentes del Estado y no por medio de sus cuentas.

Después de esa manifestación huérfana los barrios del centro comercial tradicionales de Damasco enmudecieron y los intentos de provocarlos por medio de manifestaciones con un número reducido de manifestantes de otras zonas que apenas duraban unos minutos no sirvieron. Los comerciantes se opusieron a esas manifestaciones, y algunos de ellos jugaron un papel muy negativo, indicando a las fuerzas de seguridad por dónde habían ido los y las activistas que huían hacia los callejones, o incluso ayudando a los shabbiha y la seguridad a pegar a los manifestantes e insultarlos. Estaba clarísimo que la clase comercial no sacrificaría sus logros temporales ligados al poder, y tal vez esos factores fueran los que llevaron al cese de las llamadas a la huelga total o lo que se llama “la huelga de la dignidad”, ya que el seguimiento se limitó a las localidades y barrios revolucionarios, además del avance de la opción armada y las diferencias que conllevó en los puntos de vista de los centros de la oposición. Por eso, no se esperaba que los comerciantes del centro tradicional se sumaran a la huelga anunciada desde el 28 de mayo de 2012, como tampoco se esperaba el elevado índice de seguimiento. Los manifestantes lo celebraron al considerarlo un indicador claro del cercano fin del régimen.

 "Huelga de la dignidia"
(Campaña de apoyo al pueblo sirio)

En cierto modo, puede mirarse a la huelga de los comerciantes damascenos como una deserción dramática del régimen, especialmente tras la mala fama que se habían ganado en los últimos meses, y puede que esta sea la imagen que tienen el régimen y sus partidarios, que se apresuraron a apuntar a actores extranjeros como autores, apoyándose en la falta de cooperación de la Cámara de Comercio de Damasco con el régimen para desconvocar la huelga, después de que los servicios de seguridad y los shabbiha fracasaran en su intento de obligar a los comerciantes a abrir sus locales por la fuerza. Al día siguiente vendría la expulsión de embajadores sirios para sugerir con esta simultaneidad que se había dado un amplio cambio e incluso que había una especie de connivencia entre actores del interior y el exterior; es decir, que el cerco se había estrechado entorno al régimen. Según la lógica de la conspiración que el régimen repite, también parecería que la huelga de los comerciantes era un hecho aislado del contexto interior general.

Sin embargo, las noticias que se han ido filtrando en las semanas pasadas sobre la reunión de los comerciantes y la amenaza del régimen de quemar Damasco, adopta una cierta credibilidad cuando hay una división entre ambas partes. No se le escapa a los aparatos de seguridad del régimen que algunos de los comerciantes han tardado en anunciar que se ponían de parte de la revolución, pero no se ha retrasado en ofrecer continuamente ayudas a las familias o las zonas más afectadas en la medida de lo posible. Esto no lo puede tolerar el régimen. Algunos incluso han llegado, según los rumores, al punto de participar en la financiación de las armas de las brigadas que trabajan en el marco de Ejército Sirio Libre, y no hay duda de que la amenaza de quemar Damasco se fundamentó sobre este tipo de datos.

Durante el período de crisis, el régimen ha pensado que podía dominar a la élite económica gracias a los intereses compartidos, y por el fuerte control securitario, siguiendo su costumbre de negar los crueles y amplios efectos de las sanciones económicas. Es posible que tales efectos no afectasen directamente a los ricos del poder, pero su efecto sobre la actividad económica general ha sido demasiado grande como para negarlo, además del ingente gasto diario no anunciado que supone la guerra del régimen. Es cierto que ha logrado controlar los precios dentro de una subida aceptable relativamente, pero ello no indica en ningún caso que la economía siria sea fuerte, ni indica cuál es la inflación real que se ha extendido a la capacidad adquisitiva de la población y a la economía en general. En realidad, el estancamiento económico e incluso la gran escasez de fuentes de energía necesarias para la producción, llegando a un punto que ya no puede fácilmente sostenerse y que exige una solución radical, y teniendo en cuenta que el régimen no ha demostrado ninguna capacidad para solucionarlo, parece indicar que el régimen será sacrificado.

Por otro lado, no puede aislarse la huelga de Damasco de los efectos recíprocos entre esta y la ciudad de Alepo; es decir, que lo más probable es que la tardía entrada e implicación de esta última en la revolución haya servido de aviso a la primera puesto que se trata de las dos ciudades más grandes y de mayor peso económico. No debe perderse de vista tampoco que las manifestaciones no han faltado en los barrios de Alepo en los que viven las clases económicamente influyentes. En lo psicológico, la neutralidad de las dos ciudades se ha visto alterada, una neutralidad en la que se han centrado mucho los portavoces del régimen y a la que se habían encomendado. Estas dos ciudades han dado un paso al frente en un momento en el que los otros focos de la revolución estaban agotados. No es exagerado decir que el aviso de inicio, que ha tardado, pero que ha llegado recientemente, empujará a la revolución a un umbral sin precedentes. No muy lejos de eso, otro efecto potencial se cierne sobre la situación y no es otro que el provocado por la vuelta del peso pacífico de la revolución tras una concatenación de factores de frustración y desesperación. La huelga anuncia, si continúa esta y su cultura, con llegar a la desobediencia civil total en la que muchos ven el mejor medio y el menos costoso para derrocar al régimen.

Si superamos las consideraciones nacionales y éticas, podemos decir que la tregua concedida al régimen por la clase económica está llegando a su fin y no le servirá de nada recuperar la experiencia de los ochenta cuando ganó la batalla con los comerciantes. El centro vacío tanto de shabbiha como de servicios de seguridad avisa de que esta clase tampoco acepta ya su presencia.

*Escritor sirio

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