Texto original: Al-Yumhuriyya
Autor: Taha Bali
Fecha: 16/01/2013
Tal vez una parte importante de los sirios vea el tema del
desafío de los grupos salafistas extremistas en general en Siria y del Frente
de al-Nusra en particular, el más grande al que se enfrentan Siria y su revolución
a corto plazo, justo después del desafío de derrocar al régimen, y tal vez
venga en primer lugar para algunos. El problema fundamental crónico e inherente
al hablar de este problema es la contradicción de los datos acerca del Frente y
de su papel real en muchos crímenes que se le han adjudicado a él o a la
revolución en general. Algunos de estos crímenes han sido cometidos por el
régimen directamente y otros son crímenes perpetrados por los grupos que
utilizan el nombre de la revolución. Ello hace preguntarse por una tercera
parte: grupos armados locales insertos en la revolución sin tener nada que ver
con la llamada “yihad internacional”, carentes de toda agenda política
verdadera. Poner todo lo anterior en un mismo saco como hacen los críticos de
la revolución, o algunos activistas pacíficos, que a veces critican la
militarización, con buena intención en el segundo caso, es en realidad una
aproximación que complica la identificación de nuestros muchos problemas partiendo
de la falsa idea de simplificarlos, y retrasa el hallazgo de soluciones reales.
Añádase que cualquier intento serio de estudiar al Frente se enfrenta a la
dificultad de determinar una jerarquía clara y unas bases de enfrentamiento
conocidas, además de las fuentes de su financiación entre otras muchas cosas.
Si logramos pasar el abismo de estos datos y suponemos que
hay una corriente salafista extremista armada que pretende cambiar el régimen
sirio por la fuerza con la intención de establecer un Estado islámico (sobre
cuyo significado puede que diverjan sus propios miembros), aún queda la
dificultad de encontrar la política idónea para enfrentarse a esta corriente.
Merece la pena pensar en el problema partiendo de situaciones homólogas de
extremismo en el resto del mundo, donde se yuxtaponen varios factores como la
pobreza, la ignorancia o la marginación política con los convenientes relatos
de la injusticia histórica para conformar el ambiente humano que engendra
movimientos extremistas en todas sus variedades. La presencia del régimen y sus
prácticas represivas diarias en este sentido sigue siendo la más importante
arma en el arsenal de Al-Nusra y el mejor instrumento de reclutamiento del que
dispone, lo que de por sí niega la razón de su existencia al derrocarse el
régimen. Es de sabios, cuando tal es la situación, que no se empuje a partes
amplias de la corriente salafista fuera de las filas de la revolución para
siempre, incluso antes de que termine y que se asiente el polvo de la lucha.
La oposición total e inamovible al Frente de al-Nusra por
parte de la línea básica de la oposición política supondrá que se convierta
directa y espontáneamente en un movimiento armado contrario al futuro Estado
sirio, débil de por sí y lleno de problemas y cargas sociales, políticas y económicas,
por no hablar de los enemigos militares que queden del régimen y sus shabbiha.
Los movimientos nihilistas al estilo de Al-Nusra están al margen de la sociedad
y florecen en los callejones traseros del Estado, de lo que se deduce que la
Coalición Nacional tenga como primera y más importante misión en esta etapa el
establecimiento de la mayor cantidad posible de puentes con la base social que
simpatiza con Al-Nusra y la corriente salafista, e intentar introducir a dicha
base en la vida política democrática. Entonces, el Frente será el núcleo más
extremista y ajeno a la sociedad siria, y quizá la mayoría de esos núcleos
estén conformados por no sirios, lo que facilitará la misión del enfrentamiento
final con ellos al nuevo Estado sirio.
En muchos países de Occidente movimientos ideológicos
extremistas, separatistas o incluso racistas en algunos casos realizan sus
actividades y se les permite ejercer el derecho de expresión siempre que se
haga de forma pacífica. Quizá el caso más cercano al sirio sea la inclusión de
la corriente salafista egipcia, útero que engendró al más extremista de los
movimientos yihadistas internacionales, en el proceso político electoral en
Egipto, cuya revolución habría seguido un camino muchísimo peor si no se
hubiera dado este positivo, por no decir sorprendente, paso. El más importante
desafío al que se enfrentan los sirios en los próximos días es la hibridación
de los grupos armados que piden un califato islámico para que su petición se transforme
en una actividad política pacífica, sin imponer su opinión por la fuerza. Y
quizá esta misión ya complicada de por sí no aumente más que en complicación si
las fuerzas de la oposición política siguen una política de máximo enfrentamiento
con el Frente y sus aliados como piden algunas voces.
La naciente Coalición Nacional debe, por tanto, tratar con manos de seda- no con puño de hierro- este tema y decidir su discurso y pasos
futuros con sumo cuidado. Ahmad Moaz al-Jatib, que aún sigue en plena lucha de almas
y razones en lo que a la calle de la revolución, enfrentada a una represión
salvaje diaria, se refiere, no se equivoca al adoptar una política de apaciguamiento
que evite que se abran dos frentes a un tiempo de cara a la revolución. Más
aún, aunque uno de los pilares de la postura de la coalición Nacional sea
rechazar la repugnante calificación de terrorismo que hizo EEUU del Frente de
al-Nusra (para salvaguardar los intereses y las vidas estadounidenses, que no
sirias obviamente), el segundo pilar ha de ser siempre la afirmación del
espíritu civil de la revolución siria y la identidad futura democrática y
plural del Estado en el que no se rechazará la opinión ajena. No envidio su puesto.
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