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jueves, 21 de agosto de 2014

El año asfixiante


Texto original: Al-Jumhuriyya, portada semanal

Fecha: 20/08/2014



Apenas unos minutos antes del amanecer del día 21 de agosto del pasado año, mientras la mayoría de habitantes de Zamalke y Ayn Turma en Al-Ghouta oriental y Muaddamiyya, en Al-Ghouta occidental dormían, el gas asesino se filtraba desde los misiles traidores, sin hacer ningún ruido más que el que emitían los cuerpos que se asfixiaban en silencio, para robar la vida de más de 1.300 personas, testigos de la mayor masacre cometida por el régimen asadiano contra el pueblo sirio desde el inicio de la revolución.  No fue una masacre habitual -si es que existen masacres habirtuales- sino que por su alevosía constituye un buen ejemplo del comportamiento de este régimen desde su fundación, y sobre todo desde el estallido de la revolución siria en marzo de 2011. El silencio letal de sus armas reflejó perfectamente cómo se había comportado el mundo de cara a masacres anteriores y en concreto ante esta, y cómo se comportaría ante todo lo que vendría después en el año más trágico de la historia de Siria.

El aparato político y mediático internacional comenzó a resonar en las primeras horas posteriores a la masacre, a la par que se intensificaban los bombardeos del régimen sobre las zonas devastadas de Al-Ghouta, como si quisiera borrar toda prueba antes de que entraran los inspectores de la ONU que habían llegado a Damasco tres días antes de la masacre para investigar -condicionados y con constricciones- si se habían usado armas químicas en los alrededores de Alepo. Muchos pensaron que el mundo se movilizaría, especialmente porque el presidente estadounidense Barack Obama había trazado la línea roja en 2012 en el uso de armas químicas. EEUU hizo sonar los tambores de guerra y quien seguía las noticias en ese momento creía que estaba viviendo las horas previas al inicio de los bombardeos contra posiciones del ejército del régimen. A la vez que sonaban los tambores, estallaron los gritos de "No a la guerra contra Siria" en decenas de manifestaciones y concentraciones en todo el mundo, con un lenguaje provocador y una hipocresía que había mirado para otro lado durante los dos años y medio de continua masacre contra los sirios para venir a levantarse contra la mera posibilidad de una intervención militar occidental, y que se callaron una vez se descartó dicha posibilidad, a pesar de que la masacre continuó e incluso se incrementó de forma clara.

Las posibilidades de todo movimiento internacional serio contra el régimen de Bashar al-Asad se desvanecieron tras un mes de la masacre cuando se ratificó el acuerdo entre EEUU y Rusia para que el régimen sirio entregara su arsenal químico en un plazo concreto, a cambio de que EEUU no lanzara un ataque de castigo contra el régimen. El pacto además gozó de la cobertura internacional por medio de la resolución del Consejo de Seguridad, el mismo Consejo en el que ha sido utilizado en innumerables ocasiones con total ambigüedad y doble rasero el derecho de veto ruso y chino para impedir que se adoptara cualquier resolución contraria a los intereses de Bashar al-Asad en su guerra contra los sirios.

Se produjo un consenso internacional en torno a la resolución 2118 del Consejo de Seguridad y el mundo bendijo el deplorable pacto químico, añadiendo a él invitaciones a la celebración de una conferencia internacional de paz en Siria, sin un calendario concreto y sin obligaciones reales de llegar a ningún resultado que redujera el sufrimiento de los sirios. El mundo propuso una solución totalmente surrealista: la entrega de las armas por parte del asesino a cambio de librarse de la condena por el crimen. Un trato que no contempla ninguna legislación internacional o nacional, y que resume perfectamente lo que es la frialdad de la realpolitik, totalmente alejada de la gente y de la Humanidad.

Naturalmente, la posibilidad de un ataque militar occidental no gozó de unanimidad entre los opositores al régimen, pero fuera cual fuese la postura adoptada ante tal posibilidad, el insinuar que podría suceder para luego echarse atrás, especialmente de la manera que se hizo, es lo peor que ha hecho la administración Obama en todo su lamentable tratamiento de la crisis siria. El silencio internacional ante la masacre química dejó sin palabras a muchos y frustró todas las aspiraciones de todos aquellos que tenían la leve esperanza de que el mundo se movilizara para apoyar al pueblo sirio. El mero hecho de haber trazado la línea roja en el uso de armas químicas suponía un desprecio ingente a la sangre derramada de los sirios porque parecía que con ello se enviaba al régimen el mensaje de que utilizar cualquier otra arma estaba permitido, pero la desaparición de esta línea roja llevó la asfixia hasta el umbral de lo imposible, por no decir que lo traspasó. 

Tras este umbral dormía Daesh (ISIL) como un cáncer letal...

El "Estado Islámico" es el resultado de muchos factores. Nació unos meses antes de la masacre química y se fue haciendo más peligroso en los dos meses anteriores a la misma, pero su terrible expansión y dominio en solitario de grandes espacios en las zonas liberadas del control del régimen llegó en medio de la destrucción y podredumbre que la guerra del régimen contra Siria y los sirios había sembrado tras el pacto químico. El mundo que había dejado claro hace un año que la sangre siria no lo movilizaría ni por su cantidad ni por el tipo de arma utilizada para derramarla, acordó hace unos días una resolución del Consejo de Seguridad contra Daesh, sin mencionar los crímenes de un régimen que no tiene problema en ofrecer sus cartas para que se le considere un socio de la comunidad internacional en la guerra contra el terrorismo, tras largos meses de alianza objetiva,، amarga y flagrante con Daesh, hasta el punto de que los habitantes de Raqqa creyeron por un momento que las decenas de bombardeos sobre su ciudad y alrededores en los últimos días habían sido estadounidenses y no asadianos.

Naturalmente, no se puede obviar el peligro que supone Daesh para Siria e Iraq, pues las noticias que llegan cada día desde las zonas que domina son más que suficientes para demostrar que son un instrumento de exterminio de la vida, pero reducir la cuestión siria en concreto y la de todo Oriente Medio al terrorismo de Daesh puede traer aún peores desgracias. ¿Qué significado moral puede tener la lucha contra Daesh si Bashar al-Asad es un potencial socio, declarado o no?

Los sirios han vivido un año desastroso bajo todos los parámetros, en el que se han desplomado los valores que aún quedaban, un año de cuyas masacres la comunidad internacional es responsable, además de serlo del aumento de la influencia y peligrosidad de Daesh. La guerra contra el terrorismo que ahora se propone sin haberse adoptado una postura clara y firme frente al régimen de Bashar al-Asad y sin un apoyo efectivo, político y militar a las fuerzas de la revolución y la oposición sirias es un nuevo pacto químico, aunque esta vez sin arsenal que llevar a alta mar para ser destruido. Es el anuncio de un nuevo año asfixiante, sin ni siquiera la posibilidad de inhalar unas bocanadas de oxígeno.



1 comentario:

  1. Gracias por el artículo, lo he reproducido en mi facebook siguiendo la pauta señalada de mencionar explícitamente la fuente, y debo decir también que es un gran blog. A partir del artículo se ha armado un bonito debate. Si quieres te doy la dirección de facebook, si quieres opinar en el debate. Es un debate que se da en Perú, donde los sucesos recientes de Israel-Palestina ha tenido tal intensidad, que supongo solo en Argentina será el otro lugar de América Latina que ha tenido unos ribetes así. Muchas gracias por el artículo vuelvo a mencionar.

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